lunes, 23 de mayo de 2011

La Madre Tierra

Hoy me he puesto a dieta, y espero que esta vez sirva para algo (aparte de para ponerme de mala leche). Hasta el momento presente, he tratado de autojustificarme diciendo que la lactancia ayuda a adelgazar (me apresuro a puntualizar que se tarda un poco porque después de 8 meses todavía no he visto los resultados),  y antes, cuando estaba embarazada, explicaba que tenía que comer por dos (como teoría ha sido desacreditada hace mucho tiempo, pero como excusa es una maravilla). Antes de eso, recurrí a otros pretextos que ahora ya no recuerdo, pero ya me ha llegado el momento de enfrentarme a la realidad.


Así que esta mañana tomé un opíparo desayuno compuesto por un café (a eso no renuncio), un yogur con cereales integrales y una pieza de fruta, y ahora mismo estoy mirando el reloj con impaciencia y calculando cuanto falta todavía para comer.
Earth with clouds, de idea go
http://www.freedigitalphotos.net
Llevo poniéndome a dieta desde que tengo memoria, o casi. Empecé en la primera adolescencia, alternando rachas en las que intentaba sobrevivir a base de lechuga (más por presión social que por convicción propia) con otras en las que engullía hamburguesas a pares. A pesar de todos mis esfuerzos, nunca he conseguido identificarme con las chicas de la tele que se entusiasman delante de un bol de copos de trigo integral o se comen una manzana con la misma fruición con la que yo ataco la comida de Navidad. Existe un grupo en facebook llamado "Abofetearía con panceta a las lerdas del anuncio de Special K". Por lo que a mí respecta, se salvan porque no tengo feis.
Mis personajes favoritos son más bien del estilo de la protagonista de Como agua para chocolate, que utilizaba la comida para canalizar sus sentimientos. En mi caso particular los resultados no son tan espectaculares, pero reconozco cierto efecto terapéutico al hecho de sentarme en el sofá con un bote de helado.
Y claro, estas cosas han acabado por pasarme factura. He tenido épocas en las que estaba moderadamente delgada y otras de sobrepeso, pero admito que la actual bate todos los records.
Curiosamente, ahora que es cuando peor estoy es cuando más a gusto me siento con mi cuerpo. Tengo cierto parecido con la Venus de Willendorf, me he convertido en la encarnación de la Madre Tierra, mis lorzas y mis estrías no son otra cosa que el recuerdo de mis batallas, la celebración de la perpetuación de la vida. Por desgracia, las tiendas de ropa no suelen entender la poética relación entre mi físico de matrona romana venida a menos y la energía positiva que gobierna todas las facetas de mi existencia, y me exigen que consiga embutirme en una talla 42 sin que revienten las costuras, o que me compre ropa de señora mayor, sin forma, de estampado decadente y de precio más elevado.
Casi que me quedo con la lechuga.

2 comentarios:

  1. Mucha suerte y mucho tesón.
    Pero ante todo, no intentes sacarte kilos de encima por el "qué dirán", o por seguir los patrones de belleza impuestos por esta sociedad. Hazlo por tu salud y bienestar.
    Porque, estés como estés, estoy convencida de que los que te quieren, no les importa tu aspecto físico, sino todo el amor que irradias.

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  2. Qué me vas a contar, yo tengo la circunferencia de la felicidad. En mi cuerpo se nota los embarazos, las lactancias, pero en mi cara se refleja la felicidad que me han dado. Sí yo también los luzco con orgullo hasta que voy a comprarme ropa y no encuentro de mi talla.

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