jueves, 24 de noviembre de 2011

Premio

Esta vez me lo entrega Yasmin, del blog Aprendiendo de Adrián y Gael, y aprovecho la ocasión para agradecerle también desde aquí que se haya acordado de mí.
Ya he contado en otras ocasiones lo halagada que me siento cuando otra persona considera que mi trabajo bloguero es merecedor de un reconocimiento, así que no me voy a repetir.
De este premio en concreto me encanta también el nombre: tengo debilidad por los duendes (y los elfos, las hadas y demás) desde antes de haber visto y leído la trilogía de El señor de los anillos. Además, no se me escapa que la expresión "tener duende" significa poseer un talento especial, casi mágico, y considerar que mi blog es así hace que me sienta doblemente agradecida.
Para recoger el premio, tengo que decir cuál es mi palabra favorita y entregarlo a 5 blogs.
Bueno, por lo que respecta mi palabra favorita sin duda me calificaréis de sosa, previsible, falta de originalidad y poco imaginativa, pues mi palabra favorita es, sin duda, mamá. En mi opinión, es la palabra más bonita y más dulce que existe. Se estima que existen en el mundo casi 7.000 idiomas y dialectos, y la palabra "mamá" se pronuncia de forma muy parecida en muchos de ellos.
Y estos son los 5 blogs que, en mi opinión, merecen este premio:
- Entre mimos y juguetes, porque acaba de empezar pero lo ha hecho pisando fuerte.
- Reeducando a mamá, porque en muchas ocasiones dice lo que yo quiero decir, y lo dice mucho mejor que yo.
- La casita de Aroa, por la variedad de sus contenidos y la sensibilidad con la que su autora los aborda.
- Tenemos tetas, por ser todo un referente en la blogosfera maternal.
- Amor maternal, porque siempre encuentro artículos interesantes y argumentos respetuosos y apasionados al mismo tiempo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Perder un tren

Ante todo, voy a aclarar que no hay cosa que más me aburra que el debate político. Cuando era niña, mis mayores quisieron enseñarme que un voto tiene el poder de cambiar el futuro de una nación, sin embargo, a medida que pasa el tiempo observo cómo la política en general y los políticos en particular se distancian cada vez más de las necesidades del ciudadano de a pie, cómo nuestros gobernantes, de cualquier signo y color, demuestran una clara tendencia a hacerse cada día un poco más ricos mientras los demás nos volvemos cada día un poco más pobres.
Por tanto, estas últimas elecciones no merecerían que escribiera ni una línea, si no fuera por una imagen que sigue grabada en mi retina: la de Soraya Saenz de Santamaría asomada al balcón de la calle Génova, celebrando la victoria de su partido, tan solo 9 días después de haber dado a luz.
La observo con terror mientras pienso que estas son las personas que supuestamente deben luchar por nuestros derechos y lograr unas medidas de conciliación más efectivas. Menudo ejemplo, ha sido lo primero que me ha venido a la mente.
Sé que lo políticamente correcto sería alabar su tesón y su amor al trabajo, proponerla como paradigma de la mujer moderna y liberada, pero de esto ya se ocuparán los medios de comunicación en los días venideros. Aún a riesgo de ser considerada víctima del patriarcado, no consigo solidarizarme con ella ni identificarme con su lucha en pos de una igualdad que solo se puede conseguir a costa de una masculinización progresiva, un divorcio emocional de las etapas vitales de cada mujer, un pobre intento de (re)insertarse en un mundo laboral hecho por y para hombres.
En realidad, no critico a Soraya. La encrucijada ante la que se ha encontrado es la misma ante la que nos hemos encontrado todas las mamás trabajadoras. Ante ti, pasan dos trenes y tienes que elegir a cuál te subes y cuál te pierdes. Puedes elegir a tu familia, a tus hijos, y ver cómo ante ti se esfuman tus oportunidades de carrera, o puedes elegir a tu trabajo y perderte la vida de tus hijos, sus primeros pasos, sus primeras palabras. Soraya y yo nos hemos hecho la misma pregunta y hemos dado una respuesta diferente. No comparto su decisión, pero la respeto.
Sin embargo, a mí me enseñaron que la verdadera democracia reside en la posibilidad de elegir. Ella ha podido elegir su camino, reincorporarse al "trabajo" incluso antes de acabar la cuarentena. En cambio, yo y las que son como yo, no podemos. Si queremos estar con nuestros hijos más tiempo de las míseras 16 semanas que nos garantiza el estado, si queremos verlos crecer y no dejarlos en manos ajenas mientras nos realizamos profesionalmente, si queremos cuidar, mantener y disfrutar de una lactancia prolongada lo tenemos que hacer al margen del sistema. En mi caso, pidiendo una excedencia, y siendo muy consciente de que soy una privilegiada, pues en muchas familias esa opción ni siquiera es posible: algunas mamás se ven obligadas a subirse al tren equivocado.
Ojalá pueda vivir para ver el día en que no tengamos que comparar la conciliación con perder un tren.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Qué quieres ser de mayor?

Chair 3D, de Danilo Rizzuti
http://www.freedigitalphotos.net
De todas las preguntas odiosas que tuve que soportar a lo largo de mi infancia, esta sin duda se lleva la palma. Nunca entenderé por qué algunos adultos se empeñan en preguntar semejante sandez.
Odiaba esa pregunta porque me parecía claramente sexista. Evidentemente, de pequeña desconocía esa palabra (a lo mejor ni existía), ni siquiera habría sido capaz de exponer ese concepto, pero aún así lo percibía, odiaba la preguntita de marras porque pretendía encasillarme, hacerme entrar en un molde que otros prepararían para mí. Desde que tengo memoria, odio que me encasillen.
Se suponía que todas las chicas debíamos aspirar a ser enfermeras, maestras o actrices, mientras que los chicos tenían que soñar con convertirse en futbolistas o pilotos de fórmula 1.

A mí me ponían mala los hospitales, no tenía vocación para la enseñanza y no me sentía atraída por el glamour de Hollywood, con lo cual malamente podía encajar en lo políticamente correcto. A veces, ni siquiera tenía claro lo que quería hacer al día siguiente, como para pensar en qué querría ser dentro de muchos años.
Pero para ser sincera, la verdadera razón del odio tan visceral que tenía a la pregunta era que no sabía qué contestar. Un día le pregunté a mi madre qué podía ser de mayor: la pobre intentó ayudarme a que encontrara yo sola la respuesta, intentó hacerme pensar en profesiones que considerara interesantes, pero no se me ocurrió ninguna; entonces, probó a preguntarme por cosas que me gustaba hacer, y había varias, pero ninguna susceptible de convertirse en una manera de ganarse la vida. Finalmente, ante mi insistencia, me sugirió que, como me gustaban los animales, dijera que quería ser veterinaria. Seguí su consejo algunas veces para hacer callar al adulto metomentodo de turno, pero finalmente dejé de hacerlo, porque al fin y al cabo esa respuesta era una mentira y no me sentía bien con ella.
Cuando era niña no sabía lo que quería ser de mayor, y a decir verdad tampoco lo sabía cuando llegué a la edad adulta. Empecé a buscar trabajo porque no quería depender de la paga de mis padres, no porque me fascinara una profesión en concreto. No me disgusta mi trabajo actual (quiero decir, el que tenía antes de pedir la excedencia y al que teóricamente volveré cuando se me acabe), pero no ha sido el sueño de mi vida: me interesa mantenerlo por la estabilidad que me proporciona, porque evidentemente viviremos mejor con dos sueldos que con uno y porque me gusta hacer algo con mi tiempo, aunque no me siento especialmente realizada.
Pero un día decidí crear un blog y empecé a vislumbrar en la lejanía lo que realmente quería ser. Me gusta ser bloguera, me gusta dejar trocitos de mi alma en la red, me gusta que me lean y que comenten mis entradas, me gusta tener cada vez más seguidores y que me visiten desde cualquier parte del mundo. Me gustan las palabras, me gusta jugar con ellas, me gusta contar historias.
Soy bloguera, forera, moderadora y escritora en ciernes, y disfruto siéndolo.
Y por supuesto, me encanta ser mamá.
He tardado muchos años, pero por fin he descubierto lo que quería ser de mayor. Quería ser yo misma.

martes, 1 de noviembre de 2011

¡¡¡Premio!!!


María, autora del blog La familia garrapata, me acaba de conceder este premio.
La verdad es que me hace muchísima ilusión haberlo recibido, puesto que mi blog es relativamente nuevo, y me encanta ver que poco a poco va recibiendo más visitas, se van añadiendo nuevos seguidores, y que mis lectores aprecian mis desvaríos hasta el punto de considerarlos merecedores de un premio.
Además de recogerlo, tengo que hacer 3 cosas que enumero a continuación:
1. Poner mis 3 canciones favoritas. Esto de por si me resulta bastante difícil puesto que no tengo 3 canciones favoritas, sino más bien un centenar. Llevo horas y horas de música almacenadas en mi ordenador, de todos los géneros y artistas: soy bastante voluble y en función del humor del momento "conecto" mejor con una canción que con otra. Aún así, haremos un esfuerzo: allá van, más o menos por orden cronológico, acompañadas de un trocito de la historia de mi vida.

- One love, del inolvidable Bob Marley. Me acompañó durante mis momentos de rebeldía adolescente cuando la ponía a todo volumen en mi viejo tocadiscos y la cantaba por todas las esquinas. He recorrido mucho camino desde entonces e incluso ahora consigue conectar con mi ritmo interior.


- Me quedaré solo, de Amistades peligrosas. Estaba oyendo esta canción cuando conocí a mi marido, cuando me enamoré de él, y cada vez que la escucho el corazón me da un vuelco como el primer día. Por aquel entonces no creía en el amor a primera vista, pero mis sentidos lo tuvieron que notar.
(El mail que aparece al final del video no es mío).


- Miracle of love, de Eurythmics. Me vino a la mente a finales de agosto del 2005, cuando clavé mis ojos en la pantalla de un monitor en la que se veía un diminuto bichito moviéndose. Mi hijo, mi milagro del amor.


2. Contar un sueño. Este es fácil, correré el riesgo de resultar cansina y poco original, y confesaré que mi sueño desde siempre ha sido ser mamá. Casi lo olvidé durante años, mientras corría detrás de la diversión y el éxito profesional. Afortunadamente, el tiempo volvió a poner las cosas en su sitio.

3. Pasar el premio a otros blogs. La verdad es que esto también me pone en un apuro, porque mi lista de blogs que me encantan se alarga cada vez más, de todas formas y aún a riesgo de pecar de injusta, se lo "reboto" a: