miércoles, 21 de marzo de 2012

Montañas rusas

Mi madre tenía vértigo: no podía asomarse a una barandilla ni salir a una terraza sin marearse. De pequeña, cuando me llevaba al parque a jugar con mis amiguitos la veía sufrir en silencio mientras me subía al tobogán o intentaba trepar por los árboles (actividad en la que siempre destaqué por lo mal que se me daba), y eso me incomodaba. En realidad nunca me prohibió ese tipo de actividades, pero el mero hecho de ver lo mal que lo pasaba ya era suficiente para desanimarme.

Amusement park, de xedos4
http://www.freedigitalphotos.net
Quizá por eso, por rebeldía o como forma de reacción, me aficioné a las montañas rusas. Cuando empecé a salir con mi pandilla de amigos, las convertí en mi atracción favorita: para ser totalmente sincera, al principio me movía más bien el deseo de sentirme integrada y aceptada, pero con el tiempo empecé a apreciar el torrente de sensaciones que el viaje despertaba en mí.
He subido a muchas montañas rusas diferentes, pero con el tiempo los recuerdos se han mezclado y solo permanece una sensación difusa de sentimientos discordantes. Lo que sí recuerdo es la expectación al subir por una cuesta, el miedo de saber que cuando la subida termine iremos bajando a toda velocidad, el viento que me azota la cara, la descarga de adrenalina que casi noto físicamente, el grito (ya no sé si de miedo, de alegría, de poder o de todo un poco) que me acompaña en el descenso, esa sensación extraña que permanece cuando el viaje ha terminado, una mezcla de euforia y decepción.
Ahora mismo estoy subida a una montaña rusa emocional. No puedo, ni quiero, entrar en detalles debido a esa forma de superstición que en mi tierra se llama scaramanzia, y consiste básicamente en no hablar de acontecimientos que todavía no se han producido por miedo a que no tengan lugar. Puedo decir que se trata, sin embargo, de un sueño que poco a poco se convirtió en proyecto, un proyecto cuya grandeza me asombra y asusta al mismo tiempo.
Siempre me ha gustado soñar, porque dejar volar la imaginación brinda la posibilidad de vivir mil vidas,
de cambiar de rumbo a cada instante sin tener la necesidad de sopesar las consecuencias de las decisiones tomadas.
Pero como dije, el sueño ya no es tal, ahora es un proyecto que va tomando forma, que crece por momentos, y no precisamente gracias a mí, sino a una amiga que sabe encontrar el lado práctico de los sueños, que sabe remover cielo y tierra hasta convertirlos en realidad. Tener un sueño puede cambiar una vida, pero saber cumplirlo consigue cambiar muchas.
Así que aquí estoy, estoy sentada en un tren junto a las personas que comparten este proyecto conmigo, disfrutando del traqueteo de la subida mientras empiezo a sentir miedo ante el descenso inminente.
Deseadme buen viaje.

¡Mujer!

Después de haber engatusado, quiero decir convencido, a Mon a contestar a las 32 preguntas sobre si misma, me siento moralmente obligada a recoger el guantelete que me lanza en señal de reto y a contestar a las suyas...

Qué buscas? Amar y ser amada.
¿Qué sientes? Ahora mismo, un torbellino de sentimientos. Lo explicaré con detalle en cuanto consiga ponerlos un poco en orden.
¿Quién eres? Una soñadora empedernida.
¿Qué sueñas? Con hacer de mi pequeño mundo un lugar que merezca la pena vivir.
¿Hacia dónde miras? En todas direcciones: hacia atrás para recordar de dónde vengo, hacia adelante para saber adónde voy, a los lados para disfrutar del paisaje.
¿Qué deseas? Ser recordada con cariño.

sábado, 17 de marzo de 2012

3x32

Me llega de la mano de Marián, de De repente mami, esta tentadora invitación a desnudarme virtualmente. Se trata de ir contando cosas sobre mí, de 3 en 3, y si bien no estoy muy segura del interés que podáis tener en conocerme mejor, admito que me divierte mucho la idea de desvariar un poco. Así que vamos allá:

3 cosas que más te gustan de tu físico y por qué
Mis ojos: tienen un color un tanto extraño, una mezcla de azul, gris y verde, y aunque parezca mentira cambian ligeramente con el tiempo o con mi estado de ánimo. Si brilla el sol son azules, si llueve se tornan grises y si mi estado de ánimo es muy extremo (porque me siento increíblemente feliz, terriblemente enfadada o lo que sea) se vuelven verdes.
Mi pelo: curiosamente, de pequeña me acomplejaba, yo soñaba con ser rubia como las modelos de las revistas y me tocó en suerte un castaño cobrizo. Desde la primera adolescencia estuve probando todo tipo de tintes, tonalidades y mechas para intentar parecerme a alguien que no era yo. Sin embargo, con el tiempo me he reconciliado con mi pelo: después de tantos años y de tantos cambios, sigue siendo parte de mí. Después de la insensatez que cometí hace unos años cuando me lo corté (la última vez, lo juro) para cambiar de imagen, ha vuelto a ser decididamente largo.
Mis uñas: prácticamente lo único que sigo cuidando, a pesar de la falta de tiempo. Empecé a pintármelas cuando tenía unos 8-9 años, recuerdo que mi madre me hizo prometer que no me las pintarías de rojo. He cumplido mi promesa porque hasta el día de hoy nunca he recurrido al rojo "clásico", que no me gusta. En cambio, mis uñas han pasado por todos los colores del arco iris y más.

3 cualidades de tu persona que más destacas
Soy tenaz: como buena Tauro, no suelo rendirme con facilidad. La única batalla que se pierde es la que se abandona.
Soy generosa: no me refiero a lo material (en ese aspecto, soy más bien todo lo contrario), sino a los sentimientos. Si consigo superar la desconfianza inicial, no escatimo y amo sin reservas (aunque, eso sí, a veces me cuesta dar forma a tantas toneladas de amor).
Sé pedir perdón: soy orgullosa, pero si hace falta soy capaz de tragarme el orgullo e intento rectificar.

3 deseos para este año que empezamos
Salud, a toneladas, para mí y para todos los que están cerca de mí (presencial y virtualmente).
Éxito para un proyecto que hemos emprendido, que verá la luz más adelante y del que no puedo hablar.
Amor, también a toneladas y para todos, porque es lo que mueve el mundo.

3 fechas importantes para vosotras
24 de febrero de 1996, cuando empecé a salir con mi marido
12 de marzo de 2006 y 20 de septiembre de 2010, fechas de nacimiento de mis hijos.

3 regalos que hayáis recibido en estas fechas
Un dibujo precioso que me ha hecho mi hijo, en el que se ha pintado a si mismo entregándome un ramo de flores.
Una vela roja para iluminar el ratito de sobremesa con mi marido por las noches.
Unos pasteles de frambuesa, que me encantan.

3 lugares en los que has estado y te gustaría volver a estar
Roma, porque he estado mil veces pero cada vez que vuelvo la redescubro de mil formas distintas
Indonesia, el país que juré visitar antes de morirme.
Punta Cana, donde disfrutamos de una auténtica luna de miel varios años antes de casarnos.

3 motivos por los que te gusta formar parte de la blogosfera
Porque soy un poco exhibicionista: me encanta hablar de lo que me importa y ver que hay gente que lo aprecia, lo comparte, lo comentan.
Porque aquí he hecho amigas con las que me siento más en sintonía que con algunas de las "de fuera".
Porque así pongo orden en mis pensamientos y mis sentimientos (o por lo menos, lo intento).

3 libros favoritos
El secreto de la Diosa: una novela, bastante verosímil, sobre el fin del matriarcado. Fuerte, intensa y a ratos cruel, pero inolvidable. Después de leer a Lorenzo Mediano he sido incapaz de encariñarme con los descafeinados personajes de Jean M. Auel.
El nombre de la Rosa: cada vez que la leo (y ya lo he hecho unas cuantas veces) descubro nuevos detalles que se me han pasado por alto. Uno de los autores que más admiro, y no porque sea de mi tierra.
Cien años de soledad: la leí en el instituto y me aburrió. Años después, me pareció magistral.

3 cosas que te gustaría hacer y todavía no has hecho
Escribirle una carta de amor a mi marido.
Adelgazar.
Hacerme un piercing: no es broma, la última vez que me corté el pelo me arrepentí tanto que me dije a mí misma que, si algún día volvía a sentir la necesidad de cambiar de imagen, optaría por la aguja en vez de la tijera. Estoy empezando a sentir esa necesidad... ¿Nariz, lengua o ceja?

3 sitios donde no has estado pero te gustaría visitar
Bora Bora: soy muy urbanita pero lo dejaría todo para vivir en una cabaña al lado de la playa (con mis seres queridos, por supuesto).
Nueva York: una ciudad llena de contrastes que no me quiero perder.
La India: país fascinante donde los haya, magia en estado puro.

3 de tus comidas favoritas
Bucatini all'amatriciana: puestos a pedir, los que preparan en Perilli.
Patatas, hechas de cualquier manera.
Nutella: por su trascendencia en mis recuerdos infantiles, porque como engorda mucho no la como casi nunca, por el regustillo a chocolate que deja en el paladar incluso horas después de haberla terminado.

3 olores que te gusten
El pelo de mis hijos, ya lo conté en esta entrada.
Café recién molido: huele a hogar.
Vainilla: dulce y al mismo tiempo sensual.

3 sueños (¿cumplidos?)
Ser fiel a mí misma.
Escribir un libro.
Ser feliz y hacer felices a los que me rodean.

3 personas
Mi madre, mi padre y mi marido: por enseñarme, acompañarme, protegerme y valorarme; por conocerme mejor de lo que me conozco a mí misma y no restregarlo nunca.

3 colores
Violeta: mi color favorito, desde siempre.
Negro: es considerado un color sombrío por ser el color de la oscuridad; pero la oscuridad también es magia y promesa. Además, es mi comodín por excelencia a la hora de elegir ropa: combina con todo y adelgaza un montón.
Blanco: en muchos países (en China y en la India, entre otros) es el color del luto y de la muerte. Será que no temo a la muerte, pero a mí me transmite tranquilidad.

3 nombres de chica
Miriam: según algunos, es una variante de María, según otros un nombre diferente. Sea como sea, es el nombre de mi hija, y significa "la elegida".
Noelani: es un nombre hawaiano que significa "nube del paraíso". En su día lo barajé, pero mi marido es más - digamos - clásico para los nombres, y además mis hijos decidieron cómo se llamarían cuando estaban en la barriga (algún día contaré esa historia por entero).
Gaia: es un nombre bastante popular en Italia, y viene a su vez de Gea, diosa de la Tierra en la mitología griega.

3 nombres de chico
Elías: es el nombre de mi hijo, el nombre de un profeta y el nombre del médico que me salvó la vida antes de que viniera al mundo.
Dylan: nombre celta que significa "hijo del mar".
Federico: cuando era niña, decidí que si algún día tenía un hijo le llamaría así. Fue mi nombre favorito durante muchos años.
Por cierto, no soy religiosa, soy más bien mística, pero me acabo de fijar en que casi todos los nombres que he elegido hacen algún tipo de referencia a la divinidad. Curioso.

3 estados de ánimo que sueles tener a menudo
Felicidad
Agradecimiento
Expectación

3 momentos de tu vida
Cuando me casé y cuando nacieron mis hijos

3 animales
Tigre: el signo al que pertenezco según el horóscopo chino. Desde siempre, me han gustado los felinos.
Gato: el equivalente casero del tigre.
Ave Fenix: por su capacidad de regeneración (creo que no se especifica que los animales no puedan ser imaginarios).

3 canciones
Me quedaré solo, de Amistades peligrosas, porque estaba sonando cuando ligué con mi marido (o él conmigo, no lo tengo muy claro).
Miracle of love, de Eurythmics, porque cuando estaba embarazada de mi hijo mayor pensaba en él como un milagro de amor.
Peinas el aire, de La Caja de Pandora, porque la oí por primera vez cuando esperaba a mi hija y la relaciono con ella desde entonces.

3 películas
Forrest Gump
El color púrpura
Las cenizas de Angela

3 sitios de la ciudad en la que vives
El parque al que voy con mis niños
La cafetería donde mi marido y yo nos pasábamos horas hablando del futuro
El monumento frente a mi primera casa

3 mentiras piadosas
Te veo mejor
No me pasa nada
No he oído el móvil

3 personajes públicos que te repateen
Eduard Estivill: por plagiar y propagar el maltrato psicológico y por la arrogancia con la que enarbola los supuestos estudios que defienden su aberración a la vez que desacredita e incluso desmiente los que la desaconsejan.
Ana Obregón: a mi juicio, posiblemente la peor actriz de series del panorama nacional. Además, me sorprende que semejante falta de talento vaya unida a manías de grandeza.
Princesa Letizia: quizás no le tendría tanta tirria si los medios de comunicación no se empeñaran en ensalzar constantemente su sencillez y cercanía. Me parece fría, calculadora y un tanto estirada.

3 cuentos infantiles
Pinocchio: pero el original, escrito por Collodi. Una historia de otros tiempos y aún así tan actual.
El libro de los colores: no es exactamente un cuento, pero se lleva la palma en cuanto a momentos de risa tonta. Sale una ilustración en la que se ha cambiado el orden de las cosas, y mi hijo y yo nos mondábamos hablando del sol en el suelo.
Geronimo Stilton en el reino de la fantasía.

3 cosas que te recuerdan a tu niñez
Los chicles Big Babol
El muñeco Cicciobello
Nadar con aletas

3 juegos de mesa
Mah Jongg: me refiero a la versión de mesa, no al videojuego de emparejar fichas que se ha hecho popular en internet. Jugué auténticos maratones con mis padres, soy bastante mala pero es un juego que me fascina.
La oca: el primer juego de mesa que aprendí.
Il trabocchetto.

3 personajes públicos que te gusten
Carlos González
Julia Roberts
Giobbe Covatta

3 personas (públicas o no) a las que admires
Mi marido, por ser como es y por haber aportado la parte que le faltaba a mi alma.
Rafi López, creadora de Dormir Sin Llorar, por todo lo que ha conseguido y por lo que va a conseguir, por su amistad y muchas cosas más.
Gandhi.

3 cosas que harías/comprarías si te tocara un premio muy gordo en la lotería
Un piso en la playa.
Un Volvo V60 para llegar hasta allí.
El resto del dinero, lo ahorraría para el futuro de mis niños.

3 puntos negativos de tu carácter
Soy impulsiva: tiendo a decir lo primero que me pasa por la cabeza y no siempre es lo más adecuado.
Analizo demasiado las cosas.
Me enfado con facilidad.

Y le paso el reto a...
Mon, de Entre mimos y juguetes.
Yasmin, de Aprendiendo de Adrián y Gael.
Pilar, de Maternidad Continuum.

viernes, 16 de marzo de 2012

Lágrimas de orgullo

Anoche, 22:30 aprox.
A mi niño se le acaba de caer su primer diente. Ha sido, como diría una amiga mía, un pedacito de justicia cósmica, dada la expectación que le producía este acontecimiento.
Llevaba meses revisándose los dientes con la esperanza de que se le moviera alguno, explicándome que a su amiga María ya se le habían caído tres y a él, que es el segundo mayor de la clase, todavía ninguno (me dijo textualmente que lo consideraba extremadamente injusto).
Finalmente, el viernes pasado cuando fui a recogerle al colegio, me anunció triunfante que unas horas antes se le había empezado a mover un diente.
Desde entonces, el estado de su pieza dental se ha convertido en el tema estrella en casa y en su clase, pues por lo visto las conversaciones de sus amigos giran en torno al mismo argumento: a este se le cayó un diente, a ese dos, el otro decía que se le movía uno pero era mentira y así sucesivamente.
Antes, mientras cenaba, el diente le sangró un poco y se asustó porque le dolía; al rato se le pasó y más tarde, mientras se cepillaba antes de ir a dormir, me informó con entusiasmo que se le acababa de caer. Lo primero que hicimos fue sacar la cámara para inmortalizar su nueva fisionomía; lo segundo, guardar el diente en la mesilla de noche debajo de un vaso esperando la inminente visita del Ratoncito Pérez.
Nos ha pedido, a su padre y a mí, que nos vayamos a la cama pronto y que no hagamos ruido, no vayamos a asustar al generoso roedor.
Así que aquí estoy, delante del ordenador, recordando con ternura su nueva sonrisa desdentada mientras derramo silenciosas lágrimas de orgullo. Su diente es el último eslabón de la cadena de cambios que me anuncian que mi niño poco a poco va haciéndose mayor.
Estoy orgullosa, pero a la vez me siento nostálgica: me ocurrió lo mismo cuando dejó el pañal, cuando empezó el colegio, cuando aprendió a caminar, en un sinfín de otras ocasiones. Sin embargo, esta vez el puntito de dolor que acompaña su evolución es un poco más punzante, quizás porque el cambio es físico, tangible.
Cada variación del estado anterior me recuerda lo breve que es la vida, lo rápido que pasa el tiempo. Echo la vista atrás y desearía poder retroceder en el tiempo para rectificar las veces que no he tenido suficiente paciencia, para tragarme los gritos que se me han escapado en ocasiones, para volver a jugar con menos prisas y más interés, para volver a disfrutar todos y cada uno de los momentos importantes.
Sin embargo, sé que no puedo volver atrás pero puedo seguir adelante, puedo (y quiero) seguir acompañándole en cada una de las etapas futuras, maravillarme ante los sucesos más cotidianos, saborear esa magia que impregna mi vida desde que la veo a través de sus ojos.

Esta mañana
Cuando me fui a dormir, estaba algo melancólica, no podía parar de reflexionar acerca de la infancia de mi hijo y de la mía propia.
De pequeña, la caída de mis propios dientes de leche nunca me hizo especial ilusión. En una foto tomada el día de mi quinto cumpleaños luzco un hueco en la encía inferior, pero por mucho que me esfuerce no consigo recordar si venía el Ratoncito Pérez, ni siquiera me acuerdo de lo que hacía con mis dientes en cuanto se caían, no parece haber sido un acontecimiento digno de mención. Y si lo ha sido, el tiempo ha borrado todos esos recuerdos.
Mi madre guardó todos mis dientes. Me los trajo mi padre hace no mucho, se puso a hacer limpieza en casa y se los encontró. Decidió entregármelos, porque al fin y al cabo eran algo mío, pero tras pensármelo un poco los tiré, porque ya tengo bastantes trastos acumulados como para añadir también un pañuelo con mis piezas dentales. Me desprendí de aquel recuerdo mío aunque agradecí el cariño con el que mi madre lo atesoró durante el resto de su vida.
Esta mañana no nos ha hecho falta el despertador, pues ha tocado diana antes de las 07:00 para comprobar si el Ratoncito Pérez se había llevado su diente. Se lo ha llevado, y le ha dejado unas moneditas a cambio, que esta tarde "invertiremos" en un gormiti junto con el resto de sus ahorros.
Su diente reposa ahora en una cajita en mi joyero, oculto en el estante más alto del armario. Joya entre las joyas, comparte protagonismo con la pulsera identificativa que le pusieron en el hospital nada más nacer, con el primer mechón de pelo que le corté, con todas las piedras miliares que guardo como oro en paño y que paulatinamente me acercan al fin de su infancia.